12 de septiembre de 2011

Primer día en la Facultad ...


             Hoy ha sido mi primer día como "universitaria", si es que así puede llamarse. Después de semanas acostándome a las cuatro y levantándome a la una de la tarde, hoy, a las siete, ya estaba en pie (por obligación, no por propia voluntad, desde luego). Había podido conciliar el sueño casi a las tres y media de la madrugada, y, como es lógico, habiendo dormido menos de cinco horas, tenía un dolor de cabeza insoportable que creía que remitiría después desayunar. Desafortunadamente, no fue así. Con las prisas y los nervios a flor de piel de un principiante, no se me ocurrió tomar nada para hacer desaparecer la jaqueca, por lo que el resto de la mañana tuve que arreglármelas para controlar mi mal humor y mi cara de pocos amigos. Nada más llegar a la Facultad de Medicina (sí, lo sé, ya empiezo a arrepentirme de mi elección) se formó en mi estómago un nudo que no me permitía ni siquiera tragar. Me sentía totalmente fuera de lugar entre tantos rostros desconocidos  y,  me sentía peor aún al ver que muchos de los allí presentes se abrazaban y se saludaban tranquilamente. Afortunadamente, mi mejor amigo no se separó de mi lado en ningún momento. De no ser por él, hubiera pasado un muy mal trago. 

            La charla de presentación se hizo eterna, principalmente porque el decano se dedicó a enfatizar las desventajas de una carrera tan dura y sacrificada como la de medicina (eso sí, una de las más bonitas, que quede claro). Empezaban a pesarme los párpado cuando la alarma de mi móvil comenzó a sonar y quise que la tierra me tragara (al instante la mayoría de mis "compañeros" se giró para lanzarme una mirada asesina mientras pensaba: "¿No te han enseñado que debes apagar el móvil o ponerlo en silencio antes de entrar en clase? Interrumpir a alguien mientras habla es de mala educación"). Después de ese pequeño percance que prefiero olvidar, oía sin escuchar lo que aquel hombre nos estaba intentando explicar. Cuando por fin llegó el descanso, no sentía las piernas y era como si me hubieran absorbido toda la energía, dejándome completamente desanimada y desganada. Tras un pequeño tour a través de la facultad en busca de la sala de disecciones (pues queríamos ver con nuestros propios ojos la supuesta famosa frase que se encuentra en la entrada) y, habiendo experimentado las sensación que uno tiene al captar el aroma a formol, regresamos al aula 1 para rodearnos de personas que nos hacían sentir inferior (más bien que no encajábamos) por su culto vocabulario ("se acoplan los horarios", "devolución del importe", "loud and clear, please" y un par de palabras más que no me acuerdo). La jornada finalizó con los consejos de los miembros de la delegación (alumnos de segundo de carrera, si no me equivoco) quienes nos explicaron el funcionamiento de las comisiones (que espero nos ahorren el estrés de tomar apuntes hasta perder la mano) y con un intento fallido de elección de un delegado. Sin duda, esta última parte fue la más amena e interesante, gracias el buen sentido del humor y a la naturalidad que mostraron los de segundo al contarnos las anécdotas de su primer año en la Universidad.  Del resto se podría decir que fue una auténtica pérdida de tiempo.

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