5 de febrero de 2012

Muere lentamente...

Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca.
No arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente
quien hace de la televisión su gurú.

Muere lentamente
quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos,
corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente
quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en si mismo.

Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente,
quien pasa los días quejándose de su mala suerte
o de la lluvia incesante.

Muere lentamente,
quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto que desconoce
o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.


Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor
que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos
una espléndida felicidad.

Martha Medeiros

Parece ser entonces,
que yo estoy muriendo lentamente. 

2 de febrero de 2012

Defecto.

¿Indecisa? ¿Yo? ¡Qué va! Casi suena convincente y todo. Creo que no hay una persona más insegura en todo el planeta. Uno de mis grandes defectos: darle demasiadas vueltas a las cosas, por insignificantes que sean.  
Dar un paseo conmigo es como salir con un robot carente de iniciativa propia. Ante cualquier pregunta del tipo “¿qué te apetece hacer?” o “¿adónde vamos?”, mi respuesta siempre será la misma: “me da igual” o “tú dirás”. Quizás porque soy de las que piensan que el lugar y el momento es lo de menos y que lo que realmente importa es la compañía (¡qué típico!), pero todo da a entender que no tengo opinión sobre nada.
Sobra decir lo mal que lo paso cuando se acerca un cumpleaños y tengo que arreglármelas para buscar algo bueno, bonito y barato. Dios, eso es un auténtico calvario. Mi padre, que se las da de listo, suele decirme cuando le pido consejo: Carolina, si no sabes tú lo que le gusta a tus amigos, ¿cómo pretendes que lo sepa yo? Esa es la típica pregunta que me saca de quicio, pero en este caso he de darle la razón. ¿Cómo es posible que no tenga ni la menor idea?
Al fin y al cabo, la cuestión es que otros decidan por mí, porque así todo me resulta más sencillo. Sin embargo, tengo claro que esa actitud a la larga no me traerá más que problemas, porque no siempre habrá alguien a mi lado que pueda elegir en mi lugar y entonces, tendré que echarle valor, arriesgar y esperar que la elección haya sido la adecuada. De no ser así, seguramente habré aprendido algo nuevo, pues, como la gente suele decir, de los errores se aprende.

1 de febrero de 2012

Yo y las nuevas tecnologías. Las nuevas tecnologías y yo.

No, no negaré que se han convertido en un instrumento fundamental en nuestras vidas. Móviles, portátiles, reproductores mp3, cámaras digitales, televisores, etc... (no cito más porque la lista se haría interminable) forman parte de nuestro día a día. Pero, ¡dios mío!, estoy harta. Me voy a volver loca si mi portatil sigue funcionando a la misma velocidad que un mismísimo caracol. ¿Por qué no reacciona? Si apenas tiene un año ... En fin ... Creo que es un caso perdido. Lo mejor será que lo apague durante un par de horas y me tome una tilita, a ver si así me relajo. (xD)