17 de septiembre de 2011

Novatada escalofriante (Sí, casi termino con una pulmonía)

     Nos habían advertido, sin embargo, no quisimos escucharlo. Cuando nos dimos cuanta de la veracidad de las palabras de la chica desconocida que se sentaba a nuestro lado, fue demasiado tarde. Efectivamente, lo de la foto de grupo no había sido más que una tapadera, una excusa para poder encerrarnos en el aula uno de la facultad de medicina y hacernos una novatada o, mejor dicho, una gran putada (perdón por la palabrita, pero no se me ocurre otra más adecuada). ¿Qué mejor forma de darnos la bienvenida oficialmente? Así, un pelotón de estudiantes de cuarto armados con pistolas y globos de agua se precipitó hacia nuestra clase y empezó a desquitarse con nosotros como si de una guerra se tratara (solo que en aquella batalla seríamos irremediablemente los vencidos). Aunque mi primer impulso fue el de cubrirme con el cuaderno de apuntes, pronto supe que aquello sería totalmente inútil, así que no me quedó otra opción que resignarme. En cuestión de minutos, todos los novatos (sí, ya lo tengo más que asumido...) estábamos empapados de arriba a abajo. Sin embargo, el agua no fue nuestra única enemiga. Docenas de huevos volaban por encima de nuestras cabezas esperando dar en el blanco. A la nata montada, el sirope y la harina había que sumarle la sangría que, supuestamente, teníamos que servirla al resto de allí presentes y  que pronto se convirtió en un nuevo líquido con el que mojarnos (inocente de mí que cuando le ofrecí un vaso a un chico de segundo, no se le ocurrió otra cosa que tirarmelo en el pelo en cuanto le dí la espalda).

     Después de dos horas sin poder salir de aquel ambiente asfixiante (no solo porque hacía calor, si no también porque la harina empezaba a acumularse en mis vías respiratorias y me faltaba el aire), los de cuarto decidieron que ya habíamos tenido suficiente agua por ese día y, como recompensa, nos invitaron a paella y a tortilla gratis, pero para ello tuvimos que atravesar algunos de los largos pasillos de la facultad, siendo objeto de burla de muchos universitarios que se habían agrupado para ver el espectáculo. Tiritaba de frío, apestaba a masa fermentada (harina, alcohol y altas temperaturas no son una buena combinación) y a vino (del que viene en cartón y beben los borrachos de la calle), y mi pelo parecía un estropajo. Sin embargo, solo había tenido una hora de clase, era viernes y tenía por delante un fin de semana que, como todos, se me haría demasiado corto.

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