27 de septiembre de 2012

De nada sirvieron los paraguas ...


Y por fin llegó la lluvia. La Agencia Estatal de Meteorología, tan poco fiable, ha acertado esta vez. Pero claro, justamente hoy me ha dado por no creerles, ya que sólo una de cada diez de sus predicciones es correcta. Así que, debido al ambiente bochornoso que había en mi casa a las nueve de la mañana, me he vestido con ropa un tanto veraniega: cholas, pantalones cortos y una camiseta de asillas. Para mi sorpresa, nada más bajar del tranvía en la parada de Hospital Universitario, empezó a caer tal palo de agua que tuve que volver a casa para evitar coger una pulmonía.  Pero antes, me tomé mi tiempillo en atravesar alguno que otro charco –todo esto con cholitas de playa-, en tomarme un barraquito con una compañera de clase en la cafetería para entrar en calor, y en esperar a que amainara, encerrada en un ascensor que de un momento a otro se vendría abajo.  Y que conste, que tenía paraguas, pero de nada sirvió. Al final me cansé de intentar que no saliera volando y, rendida, dejé que las gotas me empaparan de arriba a abajo.  Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un chaparrón como este. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario