2 de octubre de 2011

Dulces pensamientos

Podría leer el libro que descansa sobre mi mesa de noche desde hace varias semanas y que ya empieza a coger polvo. Podría ver aquella película que dejé a medias una de mis efímeras noches de verano o, quizás, podría tumbarme en mi cálida cama a escuchar música hasta que mis párpados se cierren sin ni siquiera percatarme de ello. Sin embargo, he optado por dejar que su nombre invada mi mente por completo, pues ahora más que nunca, anhelo el sonido de su voz y el tacto de su piel, anhelo su mirada fría y su sonrisa, capaz de desmoronar todo mi mundo en cuestión de segundos. Simplemente, no puedo evitar echarle de menos.

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